Las autoescuelas pierden la mitad de los alumnos
La posibilidad de realizar los exámenes en agosto, inexistente hasta el año pasado, alivia la situación pero no impide el cierre de cinco centros en Tenerife
MONTSE HIDALGO
SANTA CRUZ DE TENERIFE Los 903 permisos de conducir que la Dirección General de Tráfico (DGT) expidió en la provincia de Santa Cruz de Tenerife durante el pasado mes de junio contrastan con los 1.967 nuevos conductores que obtuvieron su carné en el mismo mes de 2008.
En tres años, la cantidad de personas que supera con éxito el examen práctico se ha visto reducida a la mitad, bajón que ilustra la situación que la actual crisis ha dejado a los centros que se encargan de formar a los aspirantes a conductor.
El verano, la hasta ahora clásica temporada de vacas gordas para las autoescuelas, ha perdido su tradicional tirón entre aquellos que desean obtener el permiso de conducir y el invierno, antes duro, es ahora implacable.
«Estamos en un momento crítico», aseguró Ramón Casanova, de la Asociación Provincial de Autoescuelas.
Aunque el permiso más demandado sigue siendo el B, las matriculaciones han bajado en todos los casos y los carnés de moto han pasado a ser «prácticamente un lujo».
No obstante, la demanda de estos últimos sí que se ha incrementado ligeramente durante este verano, después de que el Tribunal Supremo declarase nulo el límite que establecía en 30 años la edad máxima para entrar en el Cuerpo de la Policía Nacional.
Y ni siquiera el carné por puntos mejora las expectativas, ya que los costosos cursos de sensibilización y reeducación vial para recuperar puntos o el permiso –que se elevan hasta los 350 y 190 euros, respectivamente– solo se imparten en los centros concertados: tres de ellos en Tenerife –en Los Realejos, Arona y Santa Cruz de Tenerife– y cuatro en total en toda la provincia.
En cualquier caso, ante la pérdida de puntos, existe también una alternativa más económica: tras dos años sin cometer faltas –tres en caso de que la infracción haya sido de especial gravedad– se recupera el crédito inicial.
Dadas las circunstancias, muchos centros han desaparecido del mapa en los últimos años por no poder hacer frente a sus gastos. «Cinco de las autoescuelas que forman parte de la asociación han cerrado recientemente. Algunas, que tienen otras sedes, mantienen sus locales a la espera de que la situación mejore», comentó Casanova.
En cualquier caso, lo que ahuyenta a los posibles alumnos no es el precio de las matrículas –que ronda los 20 euros– sino en el coste de las clases prácticas y las tasas de los exámenes que se convierten en una inversión prohibitiva a partir del primer suspenso e incluso antes. Esto implica también que quienes se matriculan para preparar la parte teórica no aportan en realidad grandes beneficios a los centros.
Mientras, las clases prácticas son al mismo tiempo la mayor fuente de ingresos de la autoescuela, y las principales responsables de la huída de los clientes potenciales y de aquellos que se quedan sin medios. Ya que muchos alumnos deciden posponer las clases hasta reunir el dinero suficiente para continuar o se ven obligados a abandonar la autoescuela e incluso dejar caducar la parte teórica –que tiene dos años de validez– por no poder permitirse los enormes gastos que exigen en la mayoría de los casos.
Esta desafortunada coyuntura afecta también a los resultados de los alumnos que eligen permanecer en la autoescuela. «Muchos suspenden por intentar hacer el menor número posible de prácticas y presentarse al examen sin estar preparados», comentó Samuel Mesa, director y profesor de la Autoescuela 22. «Además, es habitual que decidan renunciar después del primer fracaso», añadió.
Por otra parte, hasta hace dos años, los exámenes se detenían con la llegada de agosto y, en consecuencia, frenaban la actividad de las autoescuelas.
Desde 2010, la posibilidad de continuar con las pruebas durante todo el mes ha permitido prolongar la temporada alta aunque tampoco ha logrado revitalizar las arcas de los centros de formación de conductores.
La mejor arma en esta lucha por la supervivencia es, según Mesa, dar lo mejor, esperar al boca-oreja y exprimir al máximo la relativa bonanza estival. «En 2007, el precio y el trato que diésemos a los alumnos daban prácticamente igual. Ahora los clientes miran cada euro, vigilan de cerca los progresos en las clases y si no cogemos el dinero en agosto, podemos olvidarnos de él».
Enlace de la noticia: La Opinión de Tenerife